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Según las islas, el garrote también recibe el nombre de lata, lanza, asta o “astia”, regatón, rejada, chuzo o bordona, aunque la denominación más extendida y genérica es garrote.

Esto era para pelear...

Tras la conquista de las islas, a la población indígena se le prohibió el uso de armas por lo que su práctica cayó en la clandestinidad. El garrote pervivió entre los pastores canarios como utensilio de apoyo en los desplazamientos y como arma en las disputas derivadas de los desacuerdos por la posesión de ganado, pastos, etc. Así se conservó como una lucha tradicional clandestina que se enseñaba en el ámbito familiar. A partir de la mitad del siglo XX, con el abandono de los campos, comienza el declive de esta práctica por su desarraigo del mundo rural en el que se conservó. En los años 80, un joven y entusiasta Jorge Domínguez Naranjo inicia una investigación exhaustiva que le lleva a entrevistar a los pastores de las islas. Gracias a esta tarea, recopila las diferentes técnicas que conservaban celosamente y que forman parte de la estructura técnica de La Lucha del Garrote Canario.

El garrote se sujeta por el centro con ambas manos separadas (aproximadamente el ancho de los hombros). El cuerpo colocado de forma frontal con respecto al o la oponente para defender y golpear con ambos extremos. La lucha del garrote incluye entre su variado repertorio técnico los enganches, derribos, revoleadas, caracoleadas, etc.

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